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Redención en Getsemaní

Redención en Getsemaní
Hasta el aire quisiera limpiar tu mejilla, de ése beso traidor, que Judas te dio, por las Calles de Sevilla

miércoles, 18 de marzo de 2009

El Sueño del pequeño se hizo realidad

EL SUEÑO DEL PEQUEÑO SE HIZO REALIDAD

Andando y despacito, me levanto del impasible sueño de la noche anterior,
un poco alterado, y todavía somnoliento, me apresuro a la ventana y miro el cielo. El sol, tímidamente se ha asomado al balcón de la ciudad hispalense, mañana de primavera, ciudad engalanada, espléndida y guapa como mujer Sevillana, y me imagino, cómo habrá sido el amanecer en tu Giralda, en tu torre de oro, en ése río que divide las dos glorias, por un lado Sevilla, por otro, Triana. Me imagino y pienso qué de maravilla sería estar ya paseando entre naranjos y olivos, por eso, me apresuro en vestirme, y recibir con fuerza, el Jueves Santo sevillano.


Las manillas de los relojes, marcarán las diez u once de la mañana, y el joven Jose, que apenas cuenta con diez primaveras a sus espaldas, ha mirado y requetemirado su túnica blanca de antifaz “morao”, ha soñado tantas veces en vestir aquella túnica, que hasta el vello se le ha “espelucao”.

El pequeño cofrade, y en compañía de su padre, han desayunado a toda prisa, pues no quieren perderse un detalle de tan señalada fecha.
Finalmente, ya están dispuestos para hacer uno de los que a día de hoy, se ha convertido en rito: Comenzar el Jueves Santo, visitando la Basílica de la Esperanza Macarena, todo señorío su palio, todo portentoso el misterio, toda belleza en la mirada de aquella virgen, y todo esplendor en su rostro, más bello que nunca, mientras, el joven Jose, inquieto y travieso, como cualquier chiquillo, pide a su padre una estampita de la virgen, otra del cristo, otra del misterio…así, su colección de estampitas sería más grande aún si cabe…

Han terminado de visitar varios templos, entre ellos, Gran Poder, San Lorenzo… y han desembocado en los Terceros, el corazoncito del pequeño cofrade late y late cada segundo más y más fuerte, y no es para menos, pues en la “Madrugá”, se estrena de nazareno, acompañando a su cristo, un nazareno moreno.

Las manillas del reloj, se han tornado ya las tres de la tarde, la madre de Jose, pide a su hijo que duerma todo lo que pueda, “que la madrugá es mu larga…” Pero el pequeño no puede dormir, el corazón se apresura, se le hace un nudo en la garganta, haciendo testimonio del delirio que le espera al chiquillo, por eso no duerme, reza…


Ha llegado la hora de vestirse, son las once de la noche, el pequeño Jose, viste su túnica para hacer su estación de penitencia por vez primera. El rito comienza cuando su padre le dice, cariñosamente: “Venga José, a vestirse”.
Más tarde, el pequeño Jose, va a casa de su abuela, para que lo vea, pues ella ya es mayor y al cristo sólo lo verá de vuelta, su madre quedó en casa, añorando a su pequeño hijo, el cual, ya se encuentra en la iglesia, escuchando las palabras de los nazarenos mayores, los abrazos y el cariño, quedan latentes, ahí, no existen ni odios ni mentiras, allí sólo se desean buenas estaciones de penitencia, se abren las puertas de la iglesia, el padre de José, lo besa fuerte, y el antifaz “morao”, que bonito queda, el pequeño, echa a andar, antes su padre le dice: “nos vemos a la vuelta”, salen los tramos, nazarenos de túnica blanca, la banda en la cancela aguarda el momento, el rey de los gitanos sale, y toda Sevilla lo espera.


Pasan las horas, y los pequeños pasos del joven nazarenito, cada vez cuestan más, sin embargo, con mucha fuerza, a la Campana consigue llegar, serán las seis y pico de la mañana, y la plaza de la Campana, plena carrera oficial, ha acebado en pie, viendo al señor de los gitanos pasar, a gritos de ole el paso termina llegando a la Catedral, y por la cuesta del Bacalao, los sones de La Saeta, Consuelo Gitano, o Costalero, se hacen sonar, el recorrido de vuelta del pequeño nazareno le parece comenzar a soñar, ya está cerca la entrada, el corazón también empieza a llorar.

Por la calle Sol, el cristo moreno parece no querer entrar, se le han cantado saetas, hasta la saciedad, Sevilla mira expectante al Señor de la Salud, los corazones lloran de felicidad, el Sol, ya con fuerza, no quiere perderse éste momento, y el rostro del moreno cristo, le hace brillar, que finalmente termina entrando con el himno oficial, y el pequeño José, ¿a dónde habría llegado a parar?

En los brazos de su padre, por que había roto a llorar, pues su sueño: hacer su estación de penitencia, se había echo realidad, su padre, emocionado, lo abraza con ternura, éste es el sueño, que nunca quiero que llegue a su final, éste es el recuerdo de mi primera Madrugá.

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